“Sed misericordiosos como el Padre vuestro es misericordioso” (Lc 6, 36)
Antes de ser un mandato, estas palabras de Jesús son la revelación
de una posibilidad para cada una de nosotras
de participar de la misericordia de Dios:
de mostrar ternura y amor, sufrir con quien sufre,
sentir la unicidad del otro y estar cerca de él, perdonar,
soportar al otro y ser paciente con su lentitud y sus carencias.
Esto ha vivido nuestra Beata Madre Enriqueta,
que se convirtió en el rostro de la Misericordia del Padre.
Hagamos nuestro su estilo de vida humilde y confiando:
¡Gran Dios, cuánto sois bueno que no sólo soportáis
https://youtu.be/aiy_aeIMOXI
(M. Enriqueta Dominici, IIB, p. 262).
